Mira este mundo con toda su belleza, su llanto y su dolor.
Es el jardín de espejos en el que se esconde el Amado
para encontrarse nuevamente a través de ti.

¡Mi querida alma! No estás separada de ello, nunca lo estuviste,
ya sea separación o unión es por voluntad del Inmenso.

Juegas al olvido de tu realidad, a la desatención de tu real ser,
para luego recordarlo y remontarte a la suprema luz del Viviente.

Ese fuego en el pecho, eso que quema es esa nostalgia del hogar.
Ese ney que te llama, esa gaita que te conmueve, ese hardy-gurdy.
Son los sonidos del Recuerdo del Eterno, la vibración de tu anhelo.
Síguelo fervientemente que te conduce a la sublime Presencia.

Son los mensajes del Infinito, las cartas escritas de su mano
que al leerlas en el fondo de tu espíritu se reconocen
como los sabores del misterio,
tu naturaleza esencial.

Ese fuego que sientes no es el dolor de la vida,
es la intensidad de tu anhelo de totalidad.
Ese fuego dice: «Heme aquí, siempre he estado, Eso eres tú».

Comienza el camino, ya estás en el Amado, aunque vas hacia él,
viajando en él.

Nunca te has ido, nunca llegarás, pero ahora estás volviendo.

Daniel Curbelo

Imagen: Una interpretación del Absoluto, la misma Nada, el Aín, Paramashiva, el vacío iluminador del cual emanan las vibraciones que constituyen nuestra melodía íntima personal.

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