Si bien en general en toda mujer los fuegos alquímicos solares ya están encendidos, podemos destacar lo que llamamos «maestras del fuego». Son mujeres que se manejan con una preponderancia del elemento fuego, así como las hay de agua, tierra y aire.
Las maestras del fuego son quienes extraen el potencial de las personas con las que se ponen en contacto. Ellas hacen vibrar el corazón de la gente, ayudan a sentir el calor de la vida. Encienden los fuegos del espíritu, los que abren la mente a una nueva visión del mundo.
Son las guardianas del fuego sagrado, por eso lo mantienen, lo conducen, lo irradian. Alinean la columna con su sola presencia. Sus miradas son intensas, profundas, resuenan en el alma de las personas. Su toque es delicado y sutil, pero ardiente y profundo.
Pacientemente ascienden tu fuego permitiéndote concientizar tu divinidad a cada momento. Son verdaderas sacerdotisas del amor. Obviamente también hay maestros del fuego.
“La Mujer inicia mediante el mismo yoni a través del cual nació el hombre, en una vida anterior. La Mujer inicia mediante los mismos senos que alimentaron al hombre, en una vida anterior. La Mujer inicia con la misma boca que, en alguna ocasión, calmó al hombre. La Mujer es la iniciadora suprema del Tantra”
Kaularahasya
¿Qué significa que la mujer es la iniciadora? Que tiene activados los fuegos de la diosa. Esos fuegos se encuentran en lugares específicos del cuerpo y son energía-conciencia activa que permiten, por medio de una resonancia, que otras personas pueden sentir la totalidad. Por eso en la tradición tántrica es la mujer la hechicera, la conductora, la guía del clan (kula). Esto nos remite a una civilización que existió hace miles de años desde Europa hasta la India y que compartió una concepción similar: la adoración de la Gran Madre en todas sus facetas ya sea doncella, madre, bruja, anciana. Ya sea como la creadora o como la destructora.
La mujer de fuego representa la que enciende el poder de la pasión, pero para eso debe encenderse a sí misma encontrando su poder perdido.
Debido a este secreto el poder masculino establecido tomó las enseñanzas tántricas y taoístas y las volvió patriarcales. Lo mismo pasó en occidente con la llegada de griegos y romanos. Quizás los celtas fueron los únicos descendientes de indo-europeos que conservaron el secreto de la mujer de fuego.
De esta manera cuando el conocimiento salió a la luz quedó la idea de que la mujer es una especie de «talismán», nuevamente un objeto de uso, pero en este caso «sagrado».
Eso es desde la perspectiva machista utilitaria que termina perjudicando al hombre como a la mujer.
La Alquimia nos enseña que no es el hombre más que la mujer ni viceversa, sino que son la posibilidad de contactar con dos fuerzas del universo que están en permanente unión. Esa unión es éxtasis y podemos participar de ella al hacernos concientes de su existencia principalmente en nuestro cuerpo.
El cuerpo en la Alquimia es el templo de D´s, pero no solo se concibe lo material, sino todo el entramado de energías que somos.
De lo cual también deducimos que el cuerpo energético es ese templo también. Cada canal de energía es un proceso de crecimiento, la posibilidad de integrarnos a la totalidad de nosotros mismos. Cada punto o chakra es un portal que al abrirse permite a la conciencia expandirse a niveles cada vez más amplios.
Los secretos del cuerpo energético incluyen conocimientos que se perdieron sobre puntos de energía que circulan el cuerpo y son entradas a nuevos niveles de percepción. Dichos puntos están alrededor del aura, digamos «fuera del cuerpo» y eran conocidos en la antigua China.
Entonces el secreto de la mujer de fuego no solo está en el conocimiento de estos puntos y canales y su activación, sino en la magia de su sacerdocio que estaba en que ella había encontrado en su interior el poder mágico de la diosa y podía ser un canal para su manifestación.
Hoy esa posibilidad también está al ser el tiempo de la diosa y su presencia en el aura del planeta. Solo resta comenzar a reconocer nuestro tremendo potencial espiritual.
Daniel Curbelo