En mi viaje con los sufis aprendí este concepto de tener un amorío con D´s, así nomás como suena, entrar en un estado de seducción y deseo de la divinidad. Puede parecer un poco loco, pero los sufis lo ven así, es enamorarse del Amado/a, vivir en un encantamiento que produce una embriaguez permanente.
Es literalmente un camino de romance, lleno de erotismo y comunión con la profundidad de la vida. Vivir desde nuestra intensidad eterna, esa que permanece siempre libre, más allá de la estructura que hemos construido.
Es saberse un poema de D´s, una poesía del eterno, un momento de la totalidad. Somos una canción del Inmenso.
La primer práctica que aprende un niño sufi es a sentir los latidos del corazón, para sentir, palabra clave si la hay, sentir la existencia palpitando. Sentir el «existo», el siendo en movimiento.
Cuando te das cuenta que la vida misma te desea y tu deseas de la vida la totalidad de la vivencia de la misma entras en un estado de éxtasis, de arrobamiento, la energía te embriaga.
Esa intensidad fue alterada en la niñez, algo, un suceso o algo que nos dijeron bloqueó el fluir de la energía. Vuelve al origen, vuelve a casa, vuelve a ese momento antes de que se creara la estructura.
Recuerda la frase de Rumi: «siempre ante todo sé un buen amante»
Daniel Curbelo
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