
Un mago no se esfuerza, se maneja desde su Nada, desde su no-hacer. Deja fluir los eventos, se permite empaparse de la vida, saborearla completamente. No significa que sea un ser pasivo, sino que es alguien que ha aprendido a contemplar, a escuchar. No es insistir, forzar, sino dejar ser.
Si aprendemos a «ponernos de acuerdo» con el fluir de los eventos experimentamos eso que a veces la gente dice: «salió todo perfecto, todo se fue dando naturalmente, etc…». Aparece cierta lucidez, cierta relajación. Surge el Ver natural, la recta visión de la que hablaba Buda, es un Ver transformador. Ese VER no es artificial, se da naturalmente del escuchar la situación, del esperar.
Necesitamos aprender la escucha atenta, las emociones pueden ser escuchadas, las situaciones pueden ser escuchadas, nosotros mismos necesitamos escuchar lo que nuestro corazón tiene para decirnos.
El no-hacer del mago es ir siendo con lo que va ocurriendo, cooperando con lo inevitable. La fruta cae del árbol cuando está madura.
Escuchar y aparece la respuesta. Esperar y escuchar-yin; actuar espontáneo-yang.
A partir de allí surge de verdad la magia, la magia más poderosa de todas, la magia de Ser lo que se Es.
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