Mi esencia.
Mi maestro interno.
Mi Yo superior.
Mi estado de consciencia.
Mi despertar.
Mi camino espiritual.
Mi luz divina.
Mi Dios interior.
Mi ego.
Mi vida anterior.
Mi alma gemela.
Mi iluminación.
Mi naturaleza esencial.
Mi verdad.
Mi religión.
Mis dones.
Mi magia.
Mi proceso psicológico.
Mi evolución espiritual.
Mi existencia.
Mis cosas.
Mi felicidad.
Y así tantos «mi» que tenemos en todos estos temas «espirituales», ni hablar de otras cosas que sentimos como propias. El ego, la mente, nos ha jugado una trampa con su necesidad de apropiación.
La espiritualidad de la nueva era puede estar creando seres auto-centrados en sus necesidades, sus «mi», «mi», «mi», olvidando que la conexión con el espíritu no puede ser algo que nos aisle, sino que es lo que nos une en la comprensión que hay una consciencia indivisa de la que participamos, no como partes, no hay partes.
Lo que llamamos «conexión con el espíritu» es el darse cuenta que esa consciencia es inmanente, está por todos lados, no dentro del cuerpo, está en todo, fluye aún en lo que llamamos «mundo material». Por lo tanto es ese darse cuenta algo que une, no que separa.
Daniel Curbelo

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