En latín significa «hermana mística» y era el nombre que se le daba a la asistente femenina del alquimista, su correspondiente masculino es «frater mystico».
El objetivo de esta relación es que en ese vínculo alquímico ese «otro» hace de espejo de aspectos de la esencia individual que no son reconocidos hasta ese momento por el o la alquimista. Hay gente que cree que se puede salir por ahí a buscar una soror o un frater, pero en realidad como esto es una relación sagrada simplemente es la vida la que trae esa persona a nuestro encuentro.
Cuando ocurren estos encuentros surge en el corazón un atisbo de la adoración suprema, la veneración a la consciencia universal a través de este vínculo místico. Por lo tanto podemos decir que ocurre una resonancia que hace que se traigan a la consciencia individual aspectos de lo universal hasta ese momento no percibidos. Esa resonancia activa frecuencias de armonía de la Totalidad las cuales pueden ser saboreadas por los alquimistas gracias a la ayuda de esta hermana o hermano según sea el caso.
Es claro que en general todos los vínculos nos permiten degustar aspectos de la naturaleza de nuestro ser, así como aspectos del inconsciente que se proyectan en las demás personas. Sin embargo en el caso de Soror o Frater la intensidad toca más profundamente la dualidad yin-yang interior. No obstante pueden existir relaciones alquímicas muy intensas más allá de la dualidad hombre-mujer.
Para que quede claro no se trata necesariamente de relaciones de pareja o amantes, de hecho podría ocurrir que estos vínculos no incluyeran el aspecto sexual. Podría ocurrir también que ya se estuviera en pareja y apareciera esa figura en nuestra vida.
Y también es importante entender que cuando la Alquimia propone la Mysterium coniunctionis no se refiere a relaciones patológicas de fusión, ya que esto iría en contra del proceso de individuación de cada sujeto en el cual la esencia se reconoce universal y a la vez individual (la paradoja mística).
En el sufismo se enseña a enamorarnos de la irradiación de las personas porque en el sabor que paladeamos estamos reencontrando a nuestro Sí mismo divino.
Daniel Curbelo
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