Aparentemente hubo un erotismo mágico y alquímico en el amor cortesano, el amor provenzal, en el cual un trovador adoraba a una dama casada de la nobleza en una relación que llamaban donnoi. El asunto estaba basado en la contemplación de la belleza de la amada y su adoración a través de poesías y canciones. Se dice que este tipo de vínculo tenía varias etapas posteriores a la poesía que incluían la contemplación de la amada y la realización de ciertos pases mágicos sobre su cuerpo desnudo.

Toda esta magia erótica estaba inspirada en la idea de que el cuerpo de la mujer posee propiedades sobrenaturales, similares a las que tenía el Santo Grial, el cual podía rejuvenecer los cuerpos y otorgar la inmortalidad. En definitiva esta gente tenía bien claro que el Grial y la mujer son la misma cosa.
La parte más sustanciosa de esta práctica alquímica se llamaba Assai, la cual era considerada una prueba mística y tenía varios grados. El grado más avanzado consistía en entrar en el lecho de la amada, entregarse a los encantos del amor, las caricias, los besos, pero no llegar al final.

Se entendía que el cuerpo de la mujer representaba la naturaleza, así el trovador debía vivenciarlo, sumergirse en sus valles, en sus selvas, en sus aguas y sentir que en realidad tenía una relación con la madre natura. Aparentemente no había penetración siguiendo el aforismo que los mismos trovadores decían: “nada sabe del donnoi quien quiere poseer a su señora”.

Los poetas no hacían esto por un tema de lujuria exclusivamente, sino que buscaban la conexión espiritual, la exaltación erótico-mística a la cual llamaban Joi, un estado de felicidad, alegría y gozo que se alcanzaba a través de la espera y mesura. De manera que la Joi era algo así como un premio a los amantes que habían purificado sus deseos, una felicidad que incluía la contemplación y la unión del mundo natural con el espiritual. Ese era el erotismo alquímico de esos tiempos.

Daniel Curbelo
Referencias:
Yoga y sexo, Omar Garrison
La llama doble, Octavio Paz

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