En general ser cree que la alquimia sexual se trata de sexo, volverse multiorgásmico, subir la energía y un montón de creencias sobre un tipo de sexualidad llamada “sagrada”, la cual busca diferenciarse de la convencional.

Sin embargo tomaré el consejo del maestro Zen, Matsuo: “dedícale tiempo al embrión sagrado y vive de acuerdo con la espontaneidad…no tengo más para enseñarte”.

Ese embrión es el núcleo del ser, la esencia individualizada que somos. Se llama “alquimia sexual” no porque se trate de sexo, sino que se refiere a la energía creativa que emana de esa esencia.

La esencia es individual y universal al mismo tiempo, he ahí la paradoja divina: es tu Sí mismo, pero no es tuyo.  Cuando encuentras ese sabor real de ti mismo te das cuenta que está en toda la naturaleza, por eso no te pertenece, no puedes apropiarte de él.

Cuando  hablamos de la “desconexión” del ser humano de su esencia nos referimos a la dificultad que hay de dejar que la expresión de eso que somos pueda darse libremente. La Alquimia es esa disciplina que enseña a sintonizarnos con nuestra creatividad y vivenciarla en su totalidad. Sé muy bien que la palabra “desconexión” no es exacta, no hay tal, pero es una forma de expresar el olvido de quienes somos en verdad.

Cada momento de vida de expresión de nuestro ser es la ola que se levanta en el océano, en ella está el sabor de nuestra propia naturaleza esencial, luego la ola vuelve a caer y regresa a la vastedad que es el vacío de luz.  El problema surge cuando no aceptamos el fluir de la energía y ponemos resistencia a través de lo aprendido, la memoria, los bloqueos emocionales, las creencias sobre sí mismos, la necesidad de apropiación, etc.  Entonces cuando la ola va a volver al vacío la congelamos como si fuera hielo y no permitimos que sea absorbida por el Absoluto.  Es por no permitirnos que esa energía creativa vuelva sobre lo profundo del ser, a través de la presencia, que quedamos siempre con juicios sobre nosotros mismos, ideas y valoraciones subjetivas atrapados en recuerdos que son un nuevo condicionamiento.

Veamos un ejemplo: Contemplamos la belleza de una puesta de sol, nos embriagamos en el éxtasis de los colores, las sensaciones y entonces llega la totalidad. Pero si dejamos fluir eso la energía vuelve sobre nosotros mismos y vivenciamos la esencia universal, entonces aparece la mente con sus comentarios y dice algo: “qué lindo”, “deberíamos volver a este lugar otra vez”, etc.  Creemos que ha sido el cielo y sus colores lo que nos ha permitido vivir el éxtasis y en realidad no es así. En ese momento no hay yo personal, hay vivencia completa, sin embargo luego la mente se encarga de calificar el evento y la ola no regresa completa al océano. Sin embargo nos quedamos con la fragancia del vacío.

Daniel Curbelo

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