Está claro que la palabra “aceptación” ahora está de moda en el mundillo espiritual que nos compenetra. Por eso he puesto aceptología, algo así como una corriente ideológica dentro de los clichés espirituoides que nos rodean, para diferenciarla de la palabra original: aceptación.

Como ha pasado últimamente los gurúes híbridos de la new age han tomado un concepto profundo de las antiguas tradiciones para transformarlo en su nuevo logo marketinero. Como desde hace décadas se viene dándole combustible a la idea de “tu puedes controlar tu vida”, “eres el dueño de tu destino”, “hay un ser poderoso dentro de ti a punto de despertar” y todo ese tipo de discursos es lógico que las personas crean que hay un superman interior que todo lo puede. Claramente sí, también ese superman puede aceptarlo todo.

Dicen algunos maestros y con razón: “el sufrimiento proviene de la no aceptación de lo que está ocurriendo”.

Ciertamente es correcto, pero el tema es qué cuando surge una experiencia, sea “buena” o “mala”, siempre hay una reacción en nuestra mente y la misma es no aceptar lo que ocurre. Si la situación es desagradable la rechazamos, o huimos, la negamos o hacemos lo que sea para evitar el dolor. Si es una experiencia agradable tratamos de apropiarnos de ella, porque ya sabes, todo es transitorio entonces mejor apropiárselo para que no se vaya, pero ahí surge entonces el apego a las cosas lindas que luego queremos repetir. Ambas actitudes lo que hacen es no permitirnos vivenciar la vida de manera total. Estamos tan condicionados por esto que se pone dificil la “aceptación”.

Pero resulta que la aceptación es igual a la meditación en tanto esta última es un fenómeno de la naturaleza, es la existencia misma fluyendo. Y la aceptación es la constatación de la consciencia de lo que ocurre en sí misma, Entonces cuando intentamos aceptar ya estamos no aceptando. Es como luchar para dejar de luchar, seguimos luchando. La aceptación ya está ocurriendo, entonces lo que conviene es observar las resistencias. Empieza al revés, no trates de aceptar, observa eso que en ti se resiste a la realidad, a estar en el presente, al clima, a la lluvia, al día de hoy, a ti mismo o a lo que sea. Empecemos al revés. Sentir la totalidad es aceptación, sea dolor, placer o la misma no aceptación.

Aceptación no es resignación, no es aprobación ni tampoco que me venga bien todo. Tampoco conduce a algún tipo de pasividad, Se puede practicar la aceptación también, como práctica para eludir el sufrimiento, pero ahí estás en un rechazo subliminal. La mente puede tomar todas estas enseñanzas y transformarlas en un nuevo cuento, en un nuevo conjunto de clichés para entretenerse y de seguro lo hace. Todo esto puede ser un nuevo fraude en el cual podamos auto-encantarnos, auto-hipnotizarnos.

¿Quién se da cuenta de la aceptación? Nadie, es una vivencia total, no hay nadie comentando.

Daniel Curbelo

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