Dicen los maestros derviches: «comienza por el sentir». Algunos pensarán que se trata de ser sentimental o algo así, pero no es eso, es el sentir el existir. Y en eso está el saborearse a sí mismo aún a través de los objetos para reabsorberse a través de esa degustación que se transforma en energía vivificante si hacemos el retorno de la energía hacia el centro del ser.
Y ese centro del ser es un vacío, un vacío lleno de vitalidad. Entiendo que le tenemos miedo a la vitalidad, hay una intención negativa de escapar de ello, obsérvala y verás. Hay un algo en nosotros que no quiere acceder a toda es intensa energía de lucidez y plenitud.
Por eso un místico está en sintonía con la meditación de la naturaleza, está enamorado de la consciencia, está en una relación erótica con la divinidad. Hay una embriaguez producto de la unión del cielo y la tierra, esa misma embriaguez en la que se sumerge el devoto en los deleites a los que se entrega para vivir la unidad. Esos deleites están en las cosas más sencillas de la vida, en lo cotidiano, en la música, el arte, la danza, los amigos, la familia, la pareja, el encuentro con el «otro», porque en ese vínculo está la Amada-amante siendo uno con todo.
Pero hay un ida y vuelta de las energías, te deleitas y dejas que la energía naturalmente retorne al origen, sin resistencia. Esa es la máxima Alquimia, la verdadera transmutación, porque entonces en la reabsorción de la energía vivenciamos la unitotalidad. Esto lo han enseñado muchas filosofías, el Tantra y el Sufismo principalmente. Empieza ahora mismo, siente el cuerpo, la energía del cuerpo y siente las cosas que te rodean y entonces ahí se manifiesta la Presencia eterna.
Daniel Curbelo

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