Pistis Sophía habla de la Virgen de la luz, que es un símbolo de la Sophía no caída, es decir ese estado del ser interior profundo que se mantiene intocado en nosotros.
También están las «siete Vírgenes de la luz que están en medio», esa metáfora se refiere a las siete serpientes de fuego que ya hemos mencionado anteriormente. Están en medio porque la Divina Madre se manifiesta en al canal central.
Si bien estos son sistemas de trabajo interno en este caso se basa en el número siete, número del cosmos.
Cada uno de los siete cuerpos tiene su canal central y por eso son siete serpientes de fuego, una para cada canal. Cuando aprendemos a sentir el fuego por el canal central vemos que aparece un estado de éxtasis y devoción espiritual suprema, entre otras cosas.
En la mitología gnóstica Pistis Sophía crea con su pasión un ser amorfo que construye la realidad del mundo. Ese ser a través de los 7 arcontes atrapa las almas en este plano físico. Hay gente que cree que esto es real, sin embargo es la descripción metafórica de un drama interior. Esa falsa creación mantiene atrapada nuestra esencia a través de la fascinación con los objetos del mundo con los cuales nos identificamos. No comparto el interpretar mitologías como algo real, en tal caso Zeus estaría viviendo ahora en el monte Olimpo.
Seguir creyendo que hay seres que controlan nuestras vidas es muy conveniente para no hacernos responsable de nosotros mismos y de nuestros actos. Es seguir alimentando el drama de la separatividad, seguir viendo el problema afuera y no mirar hacia uno mismo.
Si el ser humano no aprende a conectar con estados de conciencia más elevados se maneja desde el «modo supervivencia». En ese nivel es donde estamos hipnotizados y nos matamos unos a otros como vemos todos los días. Somos ovejas prontas para el matadero más o menos manejadas por los poderosos del momento.
Es urgente despertar la consciencia para discernir y estar presente. Y para eso es necesario enfrentarse al dolor que sustenta toda nuestra estructura de personalidad. Recuerda que «nadie despierta fantaseando figuras de luz» (Jung)
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