En la Alquimia sexual la palabra «eros» es diferente a la visión común de la gente. Cuando hablamos de Eros estamos hablando de la Erótica sagrada, muy similar a la visión de Platón, pero con aportes de diferentes corrientes a lo largo del tiempo. Es así que en realidad hablamos del impulso erótico hacia lo trascendente, lo que une el deseo con el anhelo de lo divino. En esa energía está el recuerdo de D´s, el recuerdo del éxtasis, pero que en este caso surge desde nuestro impulso sexual. Los alquimistas lo entendieron claramente y lo tomaron como la fuerza ascensional por excelencia. A esa fuerza le llamaron «Gran agente», y a su sabio manejo «El gran arcano del ocultismo».

Ese anhelo que sentimos por la separación de la fuente cósmica, ese deseo de logro, no es más ni menos que el anhelo de completitud, de totalidad. Ese momento donde se unen el buscador y lo buscado. Sin embargo la alquimia occidental no promueve el perderse en una aniquilación psicológica, sino al mismo tiempo el desarrollo de la particularidad sagrada de cada cual.

Por otro lado tenemos el amor llamado Agapé por los griegos, ese amor celestial, desarrollado por los cristianos como amor incondicional, amor aún a los enemigos. Este amor se entiende que viene de lo Celeste, se materializa a través de presencias sagradas a lo largo del tiempo, iluminados, etc.

Ambas visiones del amor se encuentran representadas en el chakra del corazón como vemos aquí, un triángulo que asciende es el Eros, pasión humana, un triángulo que desciende es Agapé, pasión divina. Ambos se encuentran para conectar dos tremendas energías, el deseo transmutado y el éxtasis divino materializado, dando por resultado la embriaguez dionisíaca de los místicos.

Daniel Curbelo

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