Dragón y serpiente están relacionados. Son símbolos asociados a la Madre Divina. Ya sabemos que la serpiente se asocia a la sabiduría y a la energía sexual, así como en la Alquimia a lo que se llama «el gran agente mágico». Otra versión de lo mismo es el Dragón, también asociado a la madre tierra pero claramente a los cuatro elementos y especialmente al fuego sagrado.
Hay dos dragones: El dragón de sabiduría que representa la chispa divina, el Logos interior y el Dragón de las tinieblas, que es símbolo del fuego secreto pero ya polarizado de manera más densa.
“Para cambiar, debes enfrentar al dragón de tus apetitos con otro dragón: la energía vital del alma. ”
Rumi
El Ojo del Dragón representa el mismo Ojo de Horus, el Ojo de Shiva, el Ojo de Odín, es decir la clarividencia y específicamente la conciencia no-dual, la unitotalidad. El mago Merlín manejaba el «aliento del Dragón» para sus operaciones mágicas, lo cual alude al manejo de las fuerzas de la madre naturaleza.
En el mundo judeo-cristiano en realidad los dragones están representados por los serafines, nombre que significa en realidad «serpientes ardientes».
En la Alquimia taoísta las enseñanzas del Dragón de jade se relacionan con el manejo de la energía sexual en el varón. Asimismo en algunas corrientes tántricas el dragón es una referencia a Kundalini.
La vía del dragón es el camino del fuego sagrado, de las sacerdotisas portadoras de la llama y los sacerdotes del Fohat trascendental. Los misterios del fuego no es solo hacer respiraciones y técnicas sexuales de transmutación, implica abrir el alma a la existencia. Pensar que con respiraciones y técnicas estamos haciendo alquimia sin considerar lo anterior es caer en lo que los antiguos llamaban los «sopladores», los alquimistas medievales que creían que atizando el fuego de una chimenea para calentar el compuesto estaban auto-transformándose.
El camino empieza atendiéndose a sí mismo, recordando su divinidad, yendo más allá de su personalidad social, forjando su centro místico interior.
Daniel Curbelo
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