LA MEDITACIÓN ESPONTÁNEA

La así llamada meditación que ustedes practican para disciplinarse a fin de obtener algo a cambio es, en mi sentir, una cosa nociva, destruye realmente el pensamiento. ¿Por qué nos obligamos a hacer eso? ¿Por qué nos obligamos a pensar de manera concentrada por unos cuantos momentos durante el día, en cosas que creemos que nos agradan? Porque durante el resto del día estamos haciendo algo que no nos agrada, que no es placentero. Por lo tanto, decimos: “Para pensar acerca de algo que me agrada, debo meditar”. De este modo, estamos dando una respuesta falsa a una causa falsa.

Complete cada pensamiento, no trate de expulsarlo; entonces verá que la mente ya no es un campo de batalla con ideas que compiten entre sí. Así, su meditación no está limitada a unas cuantas horas o a unos cuantos momentos durante el día, sino que es un continuo alerta de la mente y del corazón a lo largo de todo el día. Eso es, a mi entender, la verdadera meditación. En eso hay paz. En eso hay júbilo.

La meditación es realmente muy sencilla. Nosotros la complicamos. Tejemos alrededor de ella una telaraña de ideas -de lo que es y de lo que no es. Por ser tan sencilla es por lo que nos evade, porque nuestras mentes son tan complicadas e insensibles por el paso del tiempo.

Pero la meditación surge natural, mientras se camina por la arena de la playa, o cuando se mira a través de la ventana, o mientras uno ve las colinas quemadas por el sol del reciente verano.

Si caminamos solos en medio de la montaña o en el bosque, en esa soledad sabemos lo que es la meditación. El éxtasis de la soledad surge cuando uno no tiene miedo de estar solo – cuando no se pertenece a las cosas del mundo o se está apegado a cosa alguna.

Krishnamurti

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